Gustavo Giani es un montajista brasileño. Nació en Marzo de 1976, y hoy vive en San Pablo, Brasil.
De amplia experiencia en publicidad, ficción televisiva y ahora también cine, Gustavo Giani es un cotizado montajista del cine latinoamericano. Además de haber trabajado en varios largometrajes brasileros, ha montado también películas de otros países como Uruguay o la Argentina Infancia Clandestina (Benjamin Ávila, 2012) por la que ganó el Premio Sur 2012 a Mejor Montaje que otorga la Academia de las Artes y Ciencias CInematográficas de la Argentina.
Además, ganó en 2008 el premio a Mejor Montaje en el Festival de la Havana por Linha de Passe (Walter Salles, 2008), fue nominado 3 veces por la Academia brasileña como mejor montajista -aunque aún no ha ganado el premio. Su impresionante CV se puede ver en IMDB.
En la isla, editando el film «Xingu», con el director Cao Hamburguer y la guionista Elena
¿Cómo te iniciaste en el cine? Y ¿Cómo llegaste al Montaje?
Estudié publicidad y en esa época no sabía bien que quería hacer. Un día, dando vueltas por la escuela, vi el estudio de Video de la facultad y fui a conocerlo.
Cuando entré en la Isla de Edición instantáneamente quedé fascinado. Comencé una pasantía allí que me permitió aprender a trabajar con cámaras de video y edición.
Mis primeras influencias fueron: El Padrino, Era una vez en América, Buenos Muchachos, Apocalipsis Now, El Resplandor, La Naranja Mecánica…Me gustaba mucho el cine asiático. Después comencé a encantarme con películas de todas partes y pasé a frecuentar asiduamente los cineclubes.
Con el tiempo fui buscando pasantías en productoras de cine y publicidad. Empecé montando comerciales y luego pase a editar series de TV (NdeR: Entre ellas Cidade dos homens, exitosa serie basada en el film Ciudad de Dios).
Comencé editando comerciales de 30 segundos. La limitación del tiempo y las diversas situaciones que surgen en los comerciales, como acción, comedia, moda, me permitió ejercitar lenguajes diferentes que me ayudaron a embarcarme en el lenguaje ficcional: cada medio tiene características propias y pretendo entender lo que cada proyecto necesita. Fue entonces cuando surgió la oportunidad de editar mi primer largometraje: “El baño del Papa” (Uruguay, Brasil, Francia. 2007).
¿Nos podrías contar, a tu criterio, qué es ser un buen editor?
Me parece que es aquel que trata de entender la historia sin perderse en caprichos de actuación, puesta en escena o fotografía. Focalizarse en lo que interesa para el ritmo de la película y el estilo adecuado a la narrativa. “Escuchar” lo que la película pide a lo largo del proceso de montaje. Paciencia y sensibilidad son características vitales para la profesión.
¿Qué experiencias o conocimientos fuera del montaje crees que te ayudaron en tu trabajo?
Leer, ver películas, escuchar música, observar lo cotidiano, conversar con personas diferentes, viajar, tener contacto con la naturaleza. Creo que todo lo que te haga mirar para adentro. El auto-conocimiento me ayuda mucho en la inspiración, en mirar o percibir la belleza que está escondida delante de nuestros ojos, a “escuchar la música” de la vida.
¿Cómo trabajas una película? Tu proceso de trabajo.
Busco interiorizarme con el guión y las ideas que el director tiene para la película. Me gusta involucrarme en el proyecto antes del rodaje para poder dar algunas ideas en el guión y en los personajes. Busco prever problemas y dar ideas que enriquezcan la narrativa. Creo que la isla de edición es un lugar mágico y en la mayoría de los casos los directores se sienten bien en ese ambiente, libre de la presión del set, donde nuevas ideas surgen para contar la historia.
En primer lugar, organizo el material bruto de modo de visualizar el découpage de cada escena. En ese momento, empiezo a buscar efectos sonoros y músicas pertinentes a las escenas. En esa etapa acostumbro a montar las escenas completas pero ya voy anotando donde funciona, que escenas podrían salir, etc. Pero el primer armado suele ser completo.
Después se inicia el proceso de retirar escenas (o parte de ellas) para buscar un mejor equilibrio. En esa etapa se le da vida a la película y comienza a “pedir” cambios. Algunas inversiones pueden surgir. Acostumbro mostrar la evolución de los cortes a colegas y también a personas comunes para detectar fallas de entendimiento, mejorar el ritmo o el arco de algún personaje. Es en ese momento donde la película crece en forma y significado.
A veces, cuando estamos muy involucrados en la película, no nos damos cuenta de que algunas escenas no están funcionando. Es muy importante ser paciente y mostrar la película a personas diferentes para percibir qué está errado. Tengo la impresión que cuando vemos la película con personas distintas, vemos la película con sus ojos.
¿Qué valor le das a la intuición y lo racional en el trabajo del Montajista?
Creo que las dos cosas son importantes. Acostumbro a equilibrarme entre la razón y la intuición. Frente a la duda, sigo mi intuición. La sensibilidad para percibir lo que funciona es algo muy ligado a lo sensorial.
En el caso de Infancia Clandestina, por tratarse de una co-producción, era interesante para el proyecto buscar un editor brasileño. Coincidió el hecho de que había trabajado en algunas películas que a Benjamín le gustaban y entonces se abrió la puerta.
¿Cómo se decidió el uso de pinturas y comics animados, en Infancia Clandestina?
Era una idea que ya venía en el guión, estaba muy claro en la cabeza de Benjamín. Con la evolución de los cortes suprimimos algunas intervenciones para amplificar las que iban a quedar, que eran las más importantes.
Recuerdo que cuando hablé con Benja por primera vez por skype, él me mostró una promo de la película con un esbozo de esa idea de animación. Quedé fascinado con la idea e hice todos los esfuerzos para lograr mi entrada en el proyecto.
Un día, cuando estábamos terminando el montaje de Infancia Clandestina, salimos a cenar, felices, con la repercusión del corte que habíamos mostrado a algunos amigos y Benjamín me dijo que me había elegido entre otros editores por haber observado que cada película que había hecho tenía un estilo distinto; observaba el “montaje invisible”. Me puso muy contento porque es algo que valoro. Busco descubrir que es lo que la película pide, es una búsqueda constante.
¿Encontras situaciones donde sos el psicoanalista del director? ¿O un paragolpes de la relación entre director y productores?
Mi primer trabajo fue “El baño del Papa” en la que había dos directores. Fue, seguramente, mi trabajo más difícil, pues ellos tenían visiones distintas. Tenían, inclusive, dos versiones para el final de la película. En muchos momentos tenía que mediar situaciones de conflicto. Hubo un momento de impasse en el que la película estuvo parada. Uno de los productores intervino y resolvió hacer una propuesta de corte para presentar a los dos directores. Nos sentamos con el productor dos semanas e hicimos algunos cortes radicales. Se lo mostramos a los directores y se quedaron un poco asustados. Eso los unió de nuevo y finalmente llegamos a un consenso… Bromeo que fue un bautismo de sangre.
¿Los cambios tecnológicos afectan en algo tu visión del montaje?
Quiero estar vivo para ver el montaje realizarse con anteojos 3D, de modo de agarrar las secuencias con las manos, como en “Minority Report”, colgarlas en un tendedero virtual…
Creo que la tecnología ayudó por un lado pero también permitió, por la facilidad del “Undo”, que muchos cortes se hayan hecho sin pensar. Pero confieso que gusto mucho de la edición no lineal.
¿Se puede colar en el trabajo nuestra ideología?
Busco la neutralidad, pero sé que es imposible alcanzarla.
¿Te gusta la “soledad del editor”?
Me gusta mucho la soledad de la isla de edición. Es lo que nos permite pensar la película, experimentar. Hay varios estadios en el proceso de un largometraje.
Primero, visionar, organizar el material. Después cortar escenas. Después, secuencias. Cuando la película comienza a aparecer, surgen los primeros espectadores. Me gusta mostrar esas secuencias para las personas y ver las reacciones, así como escuchar sus opiniones. Pero es fundamental volver a la soledad de la isla para hacer la película crecer.
No tuve una formación académica, lo que me permitió cortar escenas sin ningún tipo de amarra conceptual. Tuve esa suerte de aprender libremente en la práctica… Pero conozco algunos colegas con formación académica que tienen dificultad de montar porque teorizan mucho antes de tomar decisiones y algunas veces necesitamos tomar decisiones sin teorizar.
¿Qué hace un editor?
¿Viste todos esos videos que nuestros tíos grabaron en las fiestas familiares y nadie mira o no tienen el coraje de mirar más de una vez porque son largos y aburrido?
Bueno, yo agarro todo ese material y lo transformo en un video que ustedes van a querer ver muchas y muchas veces, porque tiene muchos significados, emociona, hace reír y llorar; y no sale nunca más de nuestras cabezas…
EDA / Asociación Argentina de Editores Audiovisuales
Agradece a “Mechi” Oliveira por traducir la entrevista.
San Pablo – Buenos Aires, Marzo del 2013