Montajista de «DIABLO» de NICANOR LORETI
Llegué a editar Diablo por la amistad previa que teníamos con Nicanor Loreti, (director, guionista y productor). Creo que esa es la base de la confianza que tuvo para abrirme la puerta a todo ese material tremendo que armó. Antes de eso trabajé siempre con Javier Diment que fue quien desde mis primeros pasos me guió en esto del Montaje y del Guión que es a lo que me dedico actualmente. Con Javier había trabajado en algunas series para el canal Ciudad Abierta, luego un telefilm que co-dirigió con Luis Ziembrowski llamado “El Propietario”, su documental “Parapolicial Negro” y por último en el largometraje “La Memoria del Muerto”.
Siempre trabajando desde el Guión y después en el Montaje, Nicanor había trabajado también en el guión de “La Memoria…” y fue uno de los que siguió de cerca el proceso de edición de esa película. Supongo que algo de lo que vio ahí y el hecho de que yo colaborara un poco en el guión de Diablo también sirvió para sellar su decisión para el Montaje de su película.
Nunca tuve una formación en el marco académico, digamos. El primer trabajo con Javier se trató prácticamente de instalar un programa de edición, Premiere, aprender a capturar video de la cámara que él pensaba usar, y luego ir resolviendo paso a paso, a puro prueba y error las distintas cuestiones técnicas que iban surgiendo (¿Qué es eso del interlaceado? ¿Formatos de compresión? ¿Una noche entera para un export?). Ahí me ayudó un poco algo de experiencia editando sonido, y ser bastante nerd y mandado con la computadora. Pero sobre todo mi formación fue más que nada observar y nutrirme de la mirada y el laburo de Diment, que es un hombre-orquesta increíblemente talentoso.
Aunque al mismo tiempo estábamos terminando la edición de “La Memoria del Muerto” completa en el entorno de Adobe (más que nada por la costumbre más la comodidad para editar directamente los archivos de la cámara Red One con que se filmó), yo tenía ganas de hacer la experiencia de editar un largo con Final Cut. Así que ahí fui nomás metiéndome, acostumbrándome al proceso de pasar a PRORES y las que me parecían sutiles diferencias del entorno.
La película prácticamente se terminó en ese programa, pero todo el proceso final lo tuvimos que cerrar en Premiere para acelerar ciertas cuestiones técnicas.
Por un lado sentía que estaba preparado porque se trata básicamente del tipo de película que uno disfruta desde toda la vida. Lo que sí hice en concreto fue ver un par de pelis de Peckinpah que me pasó Loreti, para prestar atención a cierto trato y tiempos en el desarrollo de la violencia.
Durante el rodaje yo me encargaba de bajar y hacer las copias de resguardo del material. En ese momento ya iba jugando a pegotear algunos planos, para ver cómo venía todo y a veces incluso por pedidos específicos del director que quería ver si estaba faltando algo importante.
Después tuve un mes y medio aproximadamente para hacer un primer armado de la película. En ese tiempo trabajé principalmente tratando de contar todo lo que estaba filmado, manteniendo algunas pautas habladas con el director, incluyendo algunas pruebas y pequeñas propuestas, pero con la idea de que después ya habría tiempo para delirar y experimentar más.
Creo que cuando entró en acción Nicanor para el montaje ya el que estaba sentado era simplemente el narrador, quieras llamarlo director, realizador, o lo que sea. En ese momento me parece que él ya no pensaba como guionista o productor, era simplemente alguien queriendo contar el cuento de la mejor manera con lo que teníamos entre manos.
Un ejemplo de esto tiene que ver con la escena de boxeo con que prácticamente arranca la película. La primera versión que edité intentaba respetar mucho al guión (donde había un desarrollo más largo de ese enfrentamiento), pero había cuestiones que no funcionaban de ritmo, fuerza e incluso respecto al relato. Nicanor era capaz de jugarse a los cambios sin casarse con una necesidad extrema de fidelidad al guión.
En esa etapa yo seguía operando la isla por una cuestión de velocidad. Íbamos encarando los distintos momentos que necesitaban más trabajo, a veces desordenadamente, llevados por el entusiasmo de ciertas ideas o arrastrados por la inspiración momentánea.
Tener un material que está bueno y contar con la posibilidad de jugar con tanta libertad es un placer enorme.
Ah, lo que sí pude putearlo con confianza, a Loreti, fue por su obsesión con que el horizonte estuviera derecho cuando no se trataba de un plano medio chifle. Largos ratos de keyframes animando mínimamente algunas cámaras en mano para mantener siempre recto y hermoso ese cuadro del fondo que nunca nadie verá jamás.
(Y como tiene razón, claro, al final terminaba yo contagiado obsesionado en planos corrigiendo hasta cuando él ya estaba satisfecho).
Me cuesta recordar con precisión, pero creo que la Edición llevo alrededor de seis meses.
(Sobre la proyección en MDP 2011, donde resultaría ganadora de la Competencia Argentina) Ver la película con público es una experiencia genial y que te enseña muchísimo. Supongo que pasará con todos los géneros, pero en la comedia es aplastante porque hay un logro concreto e indisimulable que uno busca y es la risa. Entonces podés ir midiendo los distintos momentos que se dan, cuando la gente va entrando en código, cuando están afuera, cuando algo no llegó al público, o cuando entraron de lleno y ya están volcados.
En definitiva, es una experiencia genial para tomar perspectiva, esa que es difícil a veces recuperar o despejar un poco cuando llevás tanto tiempo metido en el cuadro a cuadro del montaje.
Creo que hay muchas razones para ir a ver esta película. Primero que nada, lo más básico y a la vez lo más importante: Porque está buenísima. Es una película divertida, para reírse, que te sorprende y descoloca a medida que avanza y te vas internando en el delirio que propone. Porque técnicamente la rompe; el sonido es tremendo; hay tiros y explosiones, tiene un nivel de actuaciones que es un lujo.
Es cierto que ahora están empezando a surgir películas de altísima calidad de gente joven que está levantando el cine de género nacional y que a mi entender lo pueden llegar a lograr el milagro de transformar la percepción generalizada que hay hoy del “cine nacional”. En unas semanas más está “Malditos Sean” de Fabián Forte y Demián Rugna, viene pronto también “La Memoria del Muerto” de Diment, “Hermanos de Sangre” de Daniel de la Vega (ganadora MDP 2012 Competencia Argentina), y otras tantas que se están gestando.
Para que eso pase, claro, hace falta darle una oportunidad.