EL ÁRBOL NEGRO
Este martes 15 de septiembre se estrena en CINEAR PLAY y el jueves 17 a las 18hs en CINEAR TV, la ópera prima El árbol negro, de Damián Coluccio y Máximo Ciambella, editada por nuestra socia Lucía Torres Minoldo.
La película fue reconocida como Mejor Película de la Competencia Argentina en el 33º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Mejor Largometraje de la Competencia Argentina en el 15º FestiFreak, Mejor Largometraje Argentino en el Santiago del Estero Film Festival 2019, Premio Ópera Prima 13º AtlantiDoc y Premio del Público y Mención Especial del Jurado en el Graba Mendoza 2019.
Tuvimos la oportunidad de conversar con Lucía y con Atilio Sánchez (ASA), el director de sonido, sobre el trabajo en este proyecto. Acá les dejamos la entrevista y ¡felicitamos al equipo por el estreno!
¿Cómo llegaste al proyecto?
Lucía Torres Minoldo: Conocí a la productora de la película, Micaela Álvarez, durante el Talent Buenos Aires 2017. Ella me comentó que estaba trabajando en un largometraje donde había una selección de material de los directores y querían tener la mirada de una montajista. Cuando pude encontrarme con las imágenes, quedé deslumbrada. No solo eran preciosas, sino que entre ellas descubrí un plano que había visto entre los videominutos del Talent: era un travelling lateral sobre los árboles, donde el sol se filtraba a contraluz en medio del humo y todo tenía una atmósfera de misterio. Había sentido algo al verlo por primera vez y ahora me daba cuenta de que pertenecía al videominuto de Micaela. Entendí este reencuentro como una buena señal y realicé una devolución de ese armado a modo de consultoría de montaje. Mi intención era que si les interesaba lo que decía, pudieran llamarme para editar. Por suerte nos entendimos bien y me convertí en la editora de la película.
Fotograma de El árbol negro
¿Cómo estuvo compuesto el equipo?
Lucía Torres Minoldo: Por cuestiones de presupuesto no pude contar con alguien que fuera mi asistente, así que me encargué yo misma de sincronizar el material y ordenar el proyecto. La ventaja fue que pude editar en nativo, porque la película estaba filmada en ProRes HQ y eso me permitió ahorrarme toda la transcodificación y relinkeo posterior de material.
¿Qué desafíos o particularidades tuvo el montaje de este proyecto?
Lucía Torres Minoldo: La principal particularidad fue que el montaje se realizó a distancia, ya que los directores viven en Buenos Aires y yo en Córdoba. Lo que hicimos fue establecer un diálogo, en donde yo subía un corte y luego conversábamos lxs tres en largos skypes, acerca de las cosas que a ellos les interesaba sobre mi propuesta y lo que era necesario seguir buscando. Mi primer armado fue con todo el material disponible y sirvió para identificar las cosas que hacía falta construir con más fuerza. Conversamos mucho con Damián y Máximo y, evaluando la situación, ellos decidieron realizar una semana más de rodaje. Cuando volvieron de Formosa pasaron por Córdoba a dejarme el disco con el material. Ahí les conocí por primera vez en persona. Ese encuentro fue importante para seguir trabajando a distancia, porque le dio algo de realidad a nuestro vínculo.
El material nuevo tenía una potencia inmensa y era mucho más maduro que el anterior, en todo sentido. Eso se veía en la mirada de los directores y en una claridad con respecto a lo que habían ido a buscar. También en la fotografía, que hizo el gran Cobi Migliora (ADF), con la decisión de dónde ubicar la cámara, a qué distancia de los personajes. Ese material llegó para mí como un regalo, porque en el primer armado yo no sabía que existía la posibilidad de seguir filmando, entonces había intentado potenciar todo lo bueno que veía. Pero de repente había algo mucho más hermoso. Gracias a esta segunda etapa de rodaje, la película terminó de nutrirse y recobrar su identidad. Era increíble: haciendo muy poco, todo crecía enormemente. Cada corte en un plano reacomodaba misteriosamente al resto, como si todos los movimientos fueran correctos. Es difícil de explicar, pero se lo atribuyo a que me tocó tener un material muy valioso entre las manos. Entonces las decisiones resultaban justas, porque la fuerza del universo, los personajes y la imagen ya estaban ahí. Eran como gigantes dormidos. Finalmente editar no es hacer magia, sino canalizar esa energía propia que trae consigo cada material con el que nos toca trabajar.
Damián y Máximo son los responsables de esa mirada amorosa sobre el universo que retrata la película, ya que habían creado un vínculo muy afectuoso y sensible con Martín, el protagonista, logrando una intimidad que les permitió acceder a un mundo desconocido para la mayoría de nosotrxs. Y en cuanto a lo formal, se proponían recorrer dos terrenos en paralelo: uno más realista, que era el de Martín, sus cabras y su comunidad, quienes llevaban adelante la vida en una cotidianidad de mucha resistencia. Y luego otro territorio más extraño, casi de ensoñación, que era el del mito del árbol negro, el cual narra el origen del mundo para la comunidad qom. Pienso que el gran desafío del montaje era cómo relacionar estas dos dimensiones de una manera que no fuera tan marcada, intentando que los límites entre una y otra se fueran disolviendo hasta convertirse en una sola cosa. Y creo que el sonido fue esencial para lograr eso.
El montaje continuó durante varios meses (aunque duró cinco semanas en total) y cuando estábamos cerca del corte final, los directores viajaron a Córdoba para que pudiéramos cerrarlo entre lxs tres en la isla.
Entendemos que también hiciste el diseño sonoro de la película, en conjunto con el director de sonido, ¿cómo fue ese trabajo y cómo lo organizaron creativa y técnicamente?
Lucía Torres Minoldo: Atilio Sánchez es un sonidista cordobés con quien hemos compartido muchos proyectos a lo largo de los años. En esta película compartimos el crédito de diseño sonoro, porque entendimos que ese trabajo comenzó durante el proceso de montaje. Esto no sucede siempre y es una situación bastante particular. Involucrarme de lleno en el montaje sonoro fue para mí una experiencia nueva, que nació de la austeridad y terminó en un gran descubrimiento.
Sucedió que al ver las imágenes, me encontré con una disparidad muy grande entre su potencia y el sonido que las acompañaba. Lo sentía llano y poco colorido. El registro era observacional, entonces no había muchos diálogos ni acciones sonoras significativas. Tampoco me habían entregado wildtracks, ambientes, ni una propuesta concreta de lo que debía escucharse. La imagen era bella y potente, pero el sonido apenas acompañaba las acciones del personaje, sin llegar a estar a la altura de lo que se veía. Es cierto que había algunos diálogos y voces en off grabadas en idioma originario qom, que de por sí tiene su musicalidad y su encanto. Pero yo no contaba con recursos para editar el sonido y decidí ponerme a recopilar todos los que pudiera. Primero fui a lo clásico: construir el paisaje sonoro de lo que veía en plano, a partir de ambientes y foleys. La película transcurre en una zona del país llena de pantanos, entonces investigué qué aves y otros animales vivían allí y me puse a buscar y descargar esos foleys, no solo de freesound sino especialmente de youtube, porque los sonidos más locales generalmente no se encuentran en esos bancos internacionales. Así me fui haciendo de una librería cada vez más grande y nutrida. El siguiente paso fue construir sonidos más conceptuales, por ejemplo incorporando animales que vivían en ese territorio pero ya estaban extintos. Esto es porque el mito del árbol negro narra un mundo ancestral, que en un momento de la historia desaparece para siempre. Entonces me pareció que podía funcionar traer al presente esos sonidos de animales que ya no estaban, de habitantes originarios de la tierra que de alguna manera se relacionaban con los habitantes de la película: los qom defendiendo su territorio ante el avance de las topadoras y el agronegocio.
De esa misma forma fui trabajando el sonido en muchas capas, por un lado dando cuerpo al espacio y por otro construyendo esos sentidos que se iban entreverando con la historia del personaje. En ciertos momentos el árbol negro “llama” a Martín y lo que hice fue atribuirle un sonido propio: un árbol no tiene voz, pero era necesario hacerlo “hablar”, entonces usé el sonido de un cuerno que era bien grave y se expandía por el espacio, al cual después Atilio reiniterpretó, como iba haciendo con todo. También usé el sonido de topadoras fuera de campo, que nunca se ven, para representar la idea de esta “maquinaria” que avanza sobre las tierras de los pueblos originarios. En ese mismo sentido era importante el sonido de las vacas, las loras y los teros en contraposición al de las cabras, marcando la tensión entre la forma de vida de los qom y la de esos animales y seres “invasores”.
Algo interesante de aclarar es que yo realicé todo el montaje sin saber quién iba a ser la persona encargada de la post de sonido. Entonces lo que hacía era ir dejando en el timeline una serie de signos, como si fueran mensajes codificados para que el futuro sonidista pudiera tomarlos y transformarlos. Por suerte todo eso llegó a las manos de Atilio, que tiene un enorme conocimiento y talento. Él se ocupó de leer esas intenciones iniciales y reelaborarlas con su propio lenguaje de sonidista. En el medio del proceso tuvimos algunos intercambios concretos, donde por ejemplo él me enviaba una secuencia premezclada y yo le hacía algunos comentarios. Lo maravilloso de todo esto fue cómo la película creció y se transformó con el trabajo de Atilio, dando lugar a una verdadera reescritura sonora, que no siempre sucede en el proceso de postproducción. Cuando la película se estrenó en Mar del Plata, asistí a sus tres proyecciones en sala porque no quería perderme ni un segundo lo que era escucharla y verla en todo su esplendor.
Atilio Sánchez: Llegué a El árbol negro en su etapa de postproducción, por recomendación de Lu con la cual habíamos compartido otros proyectos, pero en éste se estableció un contacto directo entre su trabajo y el mío. Antes de que la película esté en su corte final tuvimos un visionado en la sala de montaje junto a Maxi y Damián, donde nos conocimos y pudimos discutir algunas cosas. Luego recibí la sesión de montaje en varios OMF, su video de referencia y todo el material de sonido clasificado por Lu durante su trabajo.
Si bien había escuchado la película, al abrir la sesión en Protools ésta mostraba, también, un montaje de sonido propuesto que daba estructura y sentidos a la película. Esto para mí fue una motivación y una invitación: mi trabajo consistiría no solo en mejorar aspectos técnicos y agregar nuevos sonidos sobre el sonido directo, si no también continuar el trabajo, y en algunos momentos una metodología iniciada por Lu, desdibujando los límites que suponemos entre montaje y sonido. Los materiales que ya existían en la sesión permitían ser reordenados, reutilizados y transformados, para luego incorporar nuevos sonidos que se relacionaran íntimamente con Martín, su pueblo qom y el conflicto que nos muestra la película.
Al igual que el montaje, el cronograma fue extenso pero el trabajo se puede resumir en unas seis semanas. Finalmente la mezcla la realizó Roberto Migone en la sala de El Cono del Silencio, para estar lista semanas antes de su estreno en el Festival de Mar del Plata.
Personalmente, esta experiencia en El árbol negro fue transformadora en mi manera de vincularme con las sesiones que vinieron luego y con lxs montajistas que trabajan en ellas.
¿Algún otro comentario que quieras sumar sobre la experiencia con El árbol negro ?
Lucía Torres Minoldo: Por un lado, me gustaría compartir un texto que escribí cuando estaba por editar el trailer de la película. Y por otro, quisiera invitarles a escuchar una charla que dimos hace poco con Atilio, invitadxs por ASA, donde justamente intentamos reflexionar acerca de este vínculo entre montajistas y sonidistas: ASA LIVE con Atilio Sánchez y Lucía Torres Minoldo (EDA) “El Montaje y el Diseño Sonoro». Considero muy estimulante que sigamos pensando esta relación creativa, porque dialogar a tiempo y con mayor fluidez con lxs compañerxs de sonido, favorece no solo a nuestro trabajo sino también y, por sobre todas las cosas, a las películas.
Finalmente, ¿la pandemia afectó o modificó tu forma de trabajar? De ser así, contanos cómo.
Lucía Torres Minoldo: Lo primero que hizo fue detener prácticamente a cero mis trabajos de montaje. Realicé algunas consultorías, un trabajo muy adecuado para hacer a distancia. Pero mucho de lo que estaba en mis planes del año quedó suspendido por tiempo indeterminado al no poder filmarse. También volví a dar clases de montaje, algo que me encanta hacer y en este formato virtual trae la posibilidad de unir muchas geografías en un mismo espacio. A veces trabajo mucho y siento que dar clases requiere de una energía que no llego a tener, porque mi jornada es editar y luego entrar al aula con todo ese cansancio. En cambio ahora puedo estar más fresca. Pero debo admitir que cada vez que vuelvo a sentarme en la isla y abro un proyecto, me corre una especie de adrenalina, un entusiasmo que quedó dormido en estos meses. Y entonces recuerdo lo hermoso que es editar.