Con suma tristeza comunicamos la noticia del adiós de Eduardo López, destacado montajista de la historia del cine argentino y excelente persona y amigo. Cineasta por herencia de familia, comenzó a trabajar en cine junto a su padre a los 18 años.

Compaginador de medio centenar de películas –y asistente o ayudante de otras tantas– en el último tiempo se encontraba radicado en Olavarría y desempeñándose como director general de la productora audiovisual local Blackpawn con la que realizó varios documentales.

Entre sus reconocimientos más destacados se encuentran el Cóndor de Plata por Mejor compaginación en «Últimos días de la victima» (1981); Cóndor de Plata a Mejor compaginación por «Tiempo de Revancha» (1982) y el Premio a la trayectoria, otorgado en la Muestra Nacional Lucas Demare 2010 -el video proyectado puede verse aquí-.

Este año intercambiamos varias conversaciones con Eduardo, superando las distancias entre Olavarría y la Ciudad de Buenos Aires, y compartió con la Comisión de Cultura de la Asociación toda su filmografía y en una copia especial de «Negro sobre Blanco«, documental sobre la vida de la legendaria cortadora de negativos Margarita Bróndolo.

Compartimos esta entrevista realizada por el sitio web cultural «CheCultura.com.ar» (al igual que las fotografías que ilustran este homenaje y reseña):

¿Cómo fueron tus inicios?

EDUARDO LOPEZ: Llegué al cine por herencia de familia, mi viejo trabajaba en cine como compaginador de Noticiero Panamericano y Sucesos Argentinos. El tío de mi papá trabajaba en Argentina Sono Film. Y mi papá me llevaba de chico al montaje y a las filmaciones, a los viejos Estudios San Miguel. Me fascinaba sobre todo lo que era la edición.

De chico me gustaban los rompecabezas y los «mecano», vos fijate cómo después se une a la profesión mía. Y a los quince años, mi hermano ya trabajaba en Argentina Sono Film, ya hubo un puesto de meritorio y archivista. Porque en esa época se trabajaba en moviola y los descartes se archivaban por número de pie y tenías todo un listado y cuando el compaginador necesitaba prolongar una toma, ya estaba todo archivado en latas. Esos fueron mis comienzos.

Empecé en Argentina Sono Film,  y en esa época se decía que las cosas estaban «flojas» si estábamos haciendo cuatro películas a la vez. Empecé con la película de Luis Sandrini, «La Valija». Después seguimos con «Esos años Locos».  Después de meritorio pasé a Ayudante. Después de un tiempo empecé a trabajar como ayudante en la empresa Aries y la primer película fue «La Patagonia Rebelde», de Héctor Olivera (compaginada por Oscar Montauti). La empresa Aries llegó a ser la empresa número 1. Y llegué a ser uno de los compaginadores más jóvenes de la Argentina porque tenía 18 años.

¿Cómo era el trabajo en esa época?

E.L.: El trabajo era completamente diferente a como es ahora. Era muy artesanal. Se filmaba la película, después del negativo se hacía una copia «campeón», que era la copia que se trabajaba día a día. Del sonido se hacía una copia en magnético, que se trabajaba en paralelo, y así día a día ibas teniendo un progreso de las secuencias que ibas haciendo, hasta que al final juntabas todas las secuencias y veías la película en doble banda. Luego se ajustaba.

Comparándolo con el de hoy, con los elementos que hay, el cambio es tremendo. Es mucho mejor. Lo que ha cambiado es increíble. Pero en cuanto a lo profesional, pienso que era más profesional antes.

«Tiempo de Revancha» (1981), de Adolfo Aristarain, compaginada por Edu López

Fue una vida de mucho trabajo. Fue la época donde, por ejemplo, en Aries hacíamos cuatro películas a la vez sin parar. No vi el crecimiento de mis hijos. Una vez llegué a casa y uno de mis hijos camina y me dice «papá«, y le digo a mi mujer «¡Ya habla y camina!» y ella me dice, «hace 7 meses que habla y camina«. El cine me dio cosas hermosas, que no las cambiaría por nada. Pero también te quita mucho.

Trabajábamos con Olmedo y Porcel, hicimos todas las de ellos. Eran películas que se estrenaban y no bajaban del millón de espectadores, la gente iba al cine y esas películas nos daban la posibilidad de hacer otro tipo de películas como «No habrá más pena ni olvido», «Tiempo de Revancha», «Ultimas horas de la víctima», «Plata dulce». Películas que marcaron una importancia muy grande en el cine nacional.

«Últimos Días de la Víctima» (1982)

Tenías que salir a pelearla y encontrarte con mucha gente que hacía lo mismo. Llegué a estar mal de laburo en el 2000, tenía un auto y me puse a trabajar de remisero. Un amigo me dijo que en España estaban contratando editores de a varias películas y me fui a Madrid, con algunas cartas de recomendaciones. Volví a Buenos Aires al poco tiempo y conocí gente que tenía ganas de filmar y de hacer cosas. A Eliana Leira con quien hicimos la película «Sotuyo, sueños de un viejo cerro» con apoyo del INCAA, una historia hermosísima sobre el cerro Sotuyo donde vivían mil habitantes, hasta que llegan las canteras y la población se tenía que ir. Y un matrimonio de gente mayor no se quiso ir. Había explosiones y ellos seguían como nada. Don Silvio nos enseñó que la vida no es solamente dinero, se puede ser feliz cocinando en una cocina a leña, con un televisor blanco y negro como tenían ellos. Una vez el le dice a los hijos: «yo no me puedo ir de este lugar, porque este es mi lugar en el mundo«. Yo me emocioné.

Aquí en Olavarría empezamos con un taller de cine y luego creamos la productora Blackpawn. Ya van cinco años y no se si es mi lugar en el mundo pero hoy lo es. Yo encontré que puedo vivir del cine, que es lo que amo. Y esa es mi pequeña historia.