«Aquellas películas en las que el director está tan implicado afectivamente (…) hay que intentar congeniar lo emocional, lo racional y el cine.»
El jueves 22 de Marzo de 2018, se estrenó en el Cine Gaumont (Espacio INCAA KM 0 Av. Rivadavia 1635) el documental Venían a buscarme de Álvaro de la Barra. La película tuvo su premiación En el 10º Festival de Cine Chileno (FECICH 2018) fue elegida como Mejor Largometraje Nacional y Mejor Montaje por el trabajo realizado de Sebastian Sepúlveda y Martín Sappia.
Es Martín quien nos cuenta sobre el labor en Venían a buscarme.
Llego a este proyecto ya que conozco a Álvaro desde hace unos años. También soy amigo del director de fotografía que trabajo con él, Carlos Vásquez, así que ya estaba al tanto de su proyecto. Tiempo después, Álvaro me comentó que había visto una película chilena en la que trabajé (Sibila, 2012) y que le había gustado mi trabajo. Un par de años antes de que me incorporara al proyecto vi un corte que él venía trabajando. En ese momento no coincidimos por calendario. Luego trabajó con Sebastián Sepúlveda y como él no pudo terminar el proceso por lo mismo, Álvaro me buscó. En aquella charla y visionado de su material me quedé impresionado por la historia y con ganas de trabajar en el proyecto.
Dos años después de ese encuentro, nos reunimos en Chile y me pidió que me sume. El proceso de montaje no fue muy largo ya que la película tenía una estructura previa desde la cual partimos. Había un gran trabajo hecho por Sebastián Sepúlveda. Mis tareas se dividieron, entre las ganas de experimentar e intentar resolver las dudas de Álvaro sobre el proyecto.
Aquellas películas en las que el director está tan implicado afectivamente, este es el caso, las estructuras cambian mucho. Esto no significa que no funcionen, sino que el director necesita probar muchas cosas, que con una temática o un desapego mayor no siempre hace falta. Hay que intentar congeniar lo emocional, lo racional y el cine.
Entonces, sobre una estructura que ya estaba funcionando, comenzamos a probar otras cosas. La película narrada por una voz en off, a la hora del montaje no estaba cerrada y Álvaro fue modificando constantemente. Encontrar el tono adecuado de las palabras en este tipo de películas es un trabajo arduo. Aquello también implicó cambios estructurales y dramáticos. En dos meses de trabajo hicimos muchas versiones hasta que llegamos al armado final. El equipo fue cambiando según como avanzaba el proyecto. En una primera instancia, Sebastián Sepúlveda estuvo a cargo del montaje. Posteriormente, recibí el proyecto y continué trabajando solo.
La dinámica consistía en charlar con Álvaro, luego montaba solo. Le mostraba lo que había hecho, lo discutíamos y de vuelta al trabajo hasta que encontramos lo que buscábamos. El trabajo montaje en una película autobiográfica es difícil. Es la tercer película de este tipo en la que trabajo y puedo encontrar algunos patrones que se repiten. Siempre hay cuestiones personales del director o directora con las que hay que ser muy cuidadoso, y al mismo tiempo intentar no perder de vista la cuestión dramática. Es necesario ver todo el material con mucho cuidado. Adentrarse en el pasado, en la familia, en los lugares donde muchas veces no habrá respuestas y eso a la vez convertirlo en una historia que pueda conectar con un otro, sin perder de vista lo cinematográfico. No siempre se logra.
Cuando vi el material por primera vez me impactó mucho, intenté ver la película con la distancia que a veces Álvaro no podía tener. Cuando él no encontraba esa distancia justa, buscaba la forma de poner en cuestión los recuerdos narrativos y dramáticos.
Por ejemplo, al comienzo él estaba muy alejado de la narración, parecía que no quería ser o que no fuese su protagonista. Le costaba encontrar un lugar donde sentirse cómodo, que se identificara en la forma y en cómo lo íbamos a contar. Fue un poco convencerlo de que él era la única persona que podía hacer esa película. Ese fue un trabajo de muchas conversaciones conmigo y también con su gente. De esa forma se encontró la manera de construir su personaje en la película.
La dinámica de trabajo fue avanzando por diferentes desafíos. Después que Sebastián trabajó en el proyecto, Álvaro continuó solo. Cuando los directores comienzan a meter mano es donde se hace un desorden grande (lo digo un poco en broma y un poco en serio). No están acostumbrados a ser ordenados y entonces reina el caos. Utilicé Final Cut Pro 7 porque el proyecto que recibí ya venía siendo trabajado allí. Había material en PAL y en NTSC. Minodv, HD, CD cambio, VHS y Super 8. El timeline era complejo desde el punto de vista técnico.
Para no perder el sincronismo luego de editar y comenzar la post fue necesario estar bien atento y controlar la película en todos sus procesos. Volver a cero era un problema de tiempo, así que buscamos primero un corte y luego el conformado fue una obra de orfebrería de todos los que participaron. Como dije el proyecto tenía infinidad de formatos, si bien estamos acostumbrados a ver películas así, también interesa buscar la manera en que esa multiplicidad sea algo que se entienda, tenga un sentido. No solo una cuestión técnica sino también estética, que signifique algo.
Martín Sappia (EDA)
«Venian a buscarme» está actualmente en cartel, los invitamos a verla. Click aquí para ver el trailer.