Walter Jakob, actor, y Alejo Moguillansky, director de La vendedora de fósforos, nos cuentan en un diálogo cómo fue el trabajo conjunto en el montaje de la película, nominada al Premio al Mejor Montaje de película Argentina en competencia, que otorgarán EDA y SAE en la 19ª edición del BAFICI.

Walter Jakob:
Walter Jakob

Ante todo una aclaración: empecé a trabajar en esta película como actor y no estaba en mis planes ni en los de nadie que terminara siendo uno de sus editores. El modus operandi de Alejo (y seguramente alguna otra circunstancia) determinaron que esto fuera así.

La Vendedora de Fósforos (al igual que El loro y el cisne) es una película que cruza una instancia documental, el registro concreto en este caso del montaje de la ópera de Lachenmann, con una línea ficcional imaginaria. Es decir que es desde su mismo inicio una película pensada por un montajista (Alejo lo es, y no solo de sus propias películas). Existe un primer acopio de material, que definirá el territorio para esa ficción. Y luego comienza una primera etapa de rodaje de escenas planificadas, que se retomará solo después de una primera etapa de edición, para luego ser sucedida por una nueva etapa de edición y así, hasta que encuentre el film su forma definitiva. En ese ir y venir entre el rodaje y la edición fui convirtiéndome en el principal interlocutor de Alejo y empezamos juntos a decidir la organización de lo que había y a dilucidar lo que faltaba. 

 

Alejo Moguillansky:
Alejo

Ciertamente el montaje en este film convive de manera absoluta con el rodaje y la escritura del guión. Diría que son films donde esas tres instancias se vuelven una y la misma cosa. El rodaje no clausura el guión, y el montaje no clausura el rodaje. Más bien al contrario. Se interpelan, se piensan el uno al otro, por momento incluso discuten. Hasta llegan a contradecirse y traicionarse. Como resultado me gusta pensar que se resuelve todo en una forma que piensa; una película que está pensando todo el tiempo, a la que le suceden cosas y toma decisiones a cada momento. Y al mismo tiempo cada una de esas tres instancias conoce su especificidad y allí mismo encuentra cada una su propia gracia. Primero hubo un material documental. Luego empezamos de a poco a rodearlo de personajes y situaciones inventadas. La invención se daba  en aquellas zonas entre las imágenes. Allí, en esas lagunas, la película encuentra sus zonas fértiles y se arroja, pero en vez de salir a volar e inventar historias hacia fuera, esta película lo hace hacia adentro. Todo el film en ese sentido es un intento de tocar cierta profundidad que tienen algunos de los materiales con los que trabaja. Allí, ahí abajo, en esas profundidades, es donde La vendedora de fósforos se dispone a narrar y es efectivamente el montaje quien otorga, quien opera ese empuje hacia sí misma. Con esa consigna se montó un primer armado del film que naturalmente estaba lleno de zonas fértiles, pero sobre todo de zonas oscuras.

Las escenas habían encontrado ya su velocidad y su centro. Pero aún así, como me suele pasar en mis films, el ritmo y la estructura del film no encontraba su propio pulso. Es en ese exacto momento donde el oficio de Walter Jakob empieza a jugar y le da la dirección final que el montaje de La vendedora de fósforos precisaba.  Si bien yo soy montajista, en mis propias películas prefiero ser un sonámbulo caminando por una cornisa. Walter Jakob ha logrado convertir esa cornisa en un sendero, a fuerza de re-ubicación de varias escenas, re-escritura de otras tantas, y finalmente omisión de otras varias. De alguna manera la relación con cierto clasicismo que pudiera tener este film se lo dio el manejo que pudiera tener Jakob de las figuras clásicas en los territorios más impensados.

Walter Jakob:

Ciertamente La vendedora de fósforos define su naturaleza en el juego que se establece entre las escenas planificadas y el primer material (aquellas imágenes «documentales»).  En el modo en que se libera a sí misma (tan alegremente) de esa suerte de pecado original que arrastra, la no coexistencia en el espacio de algunos de sus protagonistas, transgrediendo una y otra vez con desenfado admirable algunas de las nociones que el célebre André Bazín planteara en su ya famoso artículo Montaje prohibido. Esa reunión solo posible en el montaje no es otra cosa que un tipo de verdad cinematográfica, nunca percibida como estafa, sino como juego y liberación.

Funciones:

21 de abril, 23:10hs, Recoleta 5

22 de abril, 18:10hs, Recoleta 5

25 de abril, 13:10hs, Village Caballito 7