La película tucumana El Motoarrebatador (tráiler), escrita y dirigida por Agustín Toscano fue elegida para Quinzaine des réalisateurs, segunda sección oficial de la 71° edición del Festival de CannesEl colega y socio Pablo Barbieri (SAE / EDA) nos cuenta sobre el proceso de montaje.

Todas las películas generan una forma de trabajo particular. Son pequeñas luchas con los materiales en las que se ganan y pierden batallas, lo único que nos salva es la imaginación

Llegué al proyecto porque me convocó Agustín Toscano. Yo había editado Los Dueños, su película anterior.  La película juega todo el tiempo con la realidad y nos hace viajar hacia un lugar incómodo y creo que lo más interesante del proceso de montaje fue encontrar el tono exacto, el mayor desafío era Pablo-Barbieri-SAE-gano-el-Premio-Sur-al-Mejor-Montaje_notalograr que no se pierda el espíritu que ya se podía percibir en el guión. Una extraña comedia cruzada por varias texturas en donde la violencia, la propiedad privada, la memoria, la culpa, la utilización de los demás, son tópicos que se profundizan sin solemnidad evitando caer en lo esquemático. La complejidad del material y sobre todo lo lúdico de combinar el humor en zonas no tan cómodas nos obligó a  generar un espacio particular en el que era fundamental suspender la noción de realidad que suele estar hiper-codificada en materiales tan ligados a los asaltos y a lo que solemos creer de lo vemos a través de los medios de comunicación.

Si bien el material ya contaba con esta impronta, era complejo de articular. Comencé esta lucha durante la filmación y fue clave haber encontrado la música ya que de alguna manera ayudó a que ciertas secuencias pudieran adquirir un tono particular. Esa fue la puerta que nos permitió construir el corrimiento escena a escena. Y aunque la película no tiene mucha música ya habíamos encontrado el lenguaje que nos permitía combinar los saqueos a supermercados, un paro policial real y el viaje interno del personaje.

Todas las películas generan una forma de trabajo particular. Son pequeñas luchas con los materiales en las que se ganan y pierden batallas, lo único que nos salva es la imaginación. La posibilidad de volver a ver una y mil veces con la necesidad de descubrir. En este caso se editó muy rápido, en ocho semanas, cinco de las cuales fueron durante la filmación, luego editamos junto a Agustin otras dos semanas y dejamos descansar el corte. Ése corte era largo y extremo (30 minutos más que el corte final) pero ya contenía el alma, el germen del lenguaje que necesitaba la película.

Luego al retomar ajustamos para encontrar el pulso general pero siempre atentos a no perder el estado emocional del protagonista (Lo que nosotros llamábamos ¨cuelgues¨) y obviamente cuando uno quita elementos se atenúan ciertas energías y se potencian otras, lo que volvió aún más rico todo. Edité en Avid Media Composer.

Desde el lenguaje, esta es una película muy distinta de Los dueños, aquí lo artificial juega todo el tiempo. Por eso los movimientos de cámara, los encuadres y al dirección de arte contribuían al enrarecimiento. El trabajo en conjunto del director con el director de fotografía, Arauco Hernández y con el director de arte Gonzalo Delgado rompía de cuajo la idea de una película costumbrista, de crítica social, de carácter documental, todo el tiempo se evito caer en ese realismo que suele obturar la realidad, explicándola, reduciéndola, volviéndola banal y efectista. Por otro lado Agustín es muy preciso en la dirección de actores pero deja lugar al juego, tratando de que las escenas estén vivas. Esto permite tener opciones a la hora de editar.

Agustín Toscano, el director, es muy creativo durante todo el proceso, sabe lo que no quiere y está abierto a las sugerencias. Pone la obra por delante y eso es fundamental. Es a la vez el guionista por lo cual todo comienza con las conversaciones previas sobre el guión, luego durante la filmación yo hice lo que suelo hacer habitualmente, edité varias opciones de cada escena y se las enviaba a diario. Así se empieza a conversar sobre los materiales y aparecen ideas. Este método permitió poner en crisis y re filmar algunas tomas. Luego durante el montaje ya con un primer corte delante nuestro, nos pusimos a indagar a fondo teniendo siempre un diálogo enfocado y crudo sobre lo que pensábamos que eran aciertos y desaciertos. Siento que hacemos un buen equipo y nos divertimos durante el proceso.

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El equipo estuvo compuesto por una asistente de montaje, Luisina Rampoldi y yo. Es fundamental nombrar a los productores de Rizoma, Murillo, Match Factory y muchos críticos y cineastas que han aportado su mirada. Esos procesos grupales generan crisis pero aún en la disidencia ayudan a encontrar la mejor película.

Catriel Vildosola es el director de sonido de la película. Cato , como le decimos, es una de las personas más creativas en diseño de sonido de la Argentina. En este caso no existió un trabajo en paralelo por lo que me limité a pasarle el armado final y él con el director desarrollaron esa etapa. Mi trabajo en relación con la columna sonora se limitó a la edición de diálogos pero esto es algo habitual, aunque uno vea pocos cortes en imagen los diálogos se componen con muchas tomas y la  música, ya que la mayoría de los temas que se escuchan en la versión final se encontraron durante el proceso de montaje y son piezas que fueron editadas para responder a lo que necesitábamos expresivamente.  Luego el músico compuso temas específicos para otros momentos que terminaron de darle a la película una unidad expresiva, más ligada al rock que a la clásica musicalización de cine.