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Los Bilbao es una película documental que construye una suerte de secuela de la ópera prima de Pedro Speroni (“Rancho” – 2021). Cuenta las experiencias de un hombre que sale de la cárcel e intenta rehacer su vida. Miguel Colombo nos comparte su experiencia editando y guionando desde la isla de edición; también reflexiona sobre la particularidad de figurar como guionista en los créditos de la misma, un debate que esta presente siempre en nuestra profesión.
Los Bilbao que se estrena el viernes 2 de febrero a las 20hs en el MALBA y estará hasta el 1 de marzo. (malba.org.ar/estreno__los-bilbao/)
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Miguel Colombo: Conocí al director Pedro Speroni por haber editado su película anterior, Rancho. En esa oportunidad él llegó a mí por una recomendación, cuando empezamos a trabajar juntos los dos sentimos que hacíamos muy buen equipo creativo y después de esa película ambos quisimos repetir la experiencia. De hecho seguimos trabajando juntos.
Usé Adobe Premiere sin ningún desafío técnico. Todo fue fluido. La elección de ese soft se debió a su practicidad y disponibilidad y a que el director también lo maneja y podíamos compartir proyecto, pero a nivel técnico podría haberse editado con cualquier otro.
Trabajamos con proxies generados en Premiere y el material de cámara venía de una Sony A7S.
El equipo de montaje estuvo compuesto por el director y yo. El director se encargó de la ingesta, sincronización y primer orden de material. Ese proceso le sirvió para visualizar el material, sentirlo e ir registrando sensaciones. Yo recibí el proyecto ordenado como lo hubiese recibido de un asistente, ya que Pedro es una persona sumamente ordenada y metódica a la hora de manipular el material, y a esto se sumó la ventaja de que él ya había transitado un proceso de convivencia con el material en la sala de edición -parte fundamental del proceso de montaje documental- que le permitió llegar al trabajo en conjunto con una serie de sensaciones claras.
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En el caso del montaje documental les propongo a las personas con quienes trabajo, clasificar el material bruto de acuerdo a la importancia subjetiva que el director o la directora otorga a cada escena. A partir de ahí comenzamos a crear juntos una estructura posible, combinando la búsqueda narrativa y artística del autor con la mirada que yo puedo aportar sobre ese universo. En esa instancia voy transitando un proceso de apropiación de la historia que me permite entrar en una dinámica de co-creación con el autor, que en el caso del trabajo con Pedro es sumamente fructífera dado que él se entrega a esa dinámica sin ningún tipo de juicio ni condicionamiento, entendiéndolo como un proceso de crecimiento que beneficia al proyecto en primer lugar y, colateralmente, a los individuos que lo llevamos adelante. Se habilita así un proceso de creación conjunta muy libre, en el que Pedro abre completamente su obra y su mirada a la perspectiva del otro. El resultado de eso no puede ser otra cosa que una sumatoria constante.
El mayor desafío fue la creación de la estructura, descubrir qué nos estaba diciendo ese material bruto, entender qué había movilizado al autor a realizarlo y a partir de ahí descubrir qué era lo que podía movilizar al espectador y como traducirlo en un relato que generase una emoción análoga a la que estábamos sintiendo en la sala de montaje.
Otro desafío fue equilibrar a los personajes. Al comienzo Iván era el protagonista indiscutido, pero con el correr del montaje fuimos comprendiendo que todo su núcleo familiar era protagónico, su compañera Yamila y su hija Luz eran tan importantes como él. Tanto fue así que este descubrimiento motivó el cambio de título de la película, que al comienzo era Bilbao y pasó a titularse Los Bilbao. Eso nos puso ante la necesidad de equilibrar la presencia de los tres personajes en el relato, lo cual implicaba un desafío que llamamos “de sintonía fina”, ya que había mucho más material filmado de Iván que de Yamila y mucho menos había de Luz. Entonces decidimos dejar de lado varias escenas de Iván para que la presencia de Yamila se destacase más; asimismo buscamos minuciosamente en cada plano de la pequeña Luz aquellos en los que se hiciese más presente su personalidad y el vínculo que establecía con su madre y su padre y crear así nuevas escenas que quizá no estaban previstas en un comienzo.
En todo documental gran parte del material queda afuera, ya que no hay retomas o material repetido, suele haber decenas de horas de material en su gran mayoría único. Por eso, a mi modo de ver, la primera gran operación de montaje en un film documental es elegir qué se contará y qué no, y sobre todo elegir qué es lo que quedará afuera… y muchas veces hacer el duelo de ese material.
Para lograr todo esto tuvimos que entender el universo de Iván y hacer el ejercicio de tener una mirada abierta y sin juicios sobre él que nos permitiese hablar de cuestiones transversales a toda la sociedad.
En cuanto a las escenas duras se trató de regular esa dureza o violencia de acuerdo al tono del relato. Quizá hay escenas más duras que quedaron afuera porque tenían una razón de ser en el contexto real donde ocurrieron, pero que quedaban fuera de tono en el relato que elegíamos contar o llevaban a lugares que no estábamos abordando o que no podíamos abordar por falta de material o por el recorte mismo que se opera sobre un material bruto para poder convertirlo en una película. Sin embargo, sentimos que las escenas que están en el film dan acabada cuenta del universo de los personajes. Todo lo omitido está, de alguna manera, representado por lo que sí está en el relato, es una operación metonímica gracias a la cual uno puede, a través de una parte, inferir un todo.
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El crédito de co-guionista fue el resultado natural del trabajo co-creativo. En el caso del montaje documental, la participación del montajista en el guión suele ser decisiva, ya que la película suele “encontrarse” en la sala de montaje gracias a esa dinámica co-creativa que de una u otra forma siempre se genera entre editores y autores. Siento que lxs montajistas somos en efecto guionistas, solo que no escribimos con palabras, sino directamente con imágenes y sonidos. La diferencia, a mi criterio, entre guionistas y montajistas solo reside en la materia prima que utilizamos. Los conocimientos narrativos y dramatúrgicos que desplegamos y los resultados que buscamos, son los mismos.
Creo que este crédito corresponde cuando las partes implicadas en el proceso así lo sientan. Hay montajistas que desean y deciden implicarse más en este sentido y es justo que eso sea reconocido. Otros quizá no desean implicarse tanto o quizá haya autorxs que prefieran que no se abra tanto este proceso, creo que cada dinámica y cada proyecto es particular y que quienes lo transitan deben decidir cómo desean abordarlo y qué sienten acerca de este crédito. Lo que sí sostengo es que debemos tener en cuenta que el montajista muchas veces, por la propia definición y características del oficio, ejerce también de guionista, sobre todo en el universo documental, y si esto ocurre es deseable que sea conversado con el equipo y reconocido.
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